Como el niño que quiere arrebatar la luna
G. de L.
Ya madurará, le decía madre a padre cuando ambos se desesperaban ante mis impericias de niño seducido por lo evanescente. Ya le crecerá la mollera. Contemplaba la fruta madura en el cuenco del postre e imaginaba así mi final, como una saturación de textura, color y gusto. No es que lo pensara con estas palabras, sino que después, cuando adquirí los conceptos, seguía siendo el mismo. Y sin que exista ya quien pueda
afearme el comportamiento, sigo sin haber aprendido las reglas de la vida adulta, ni las
más obvias. Aunque ahora me toque a mí recriminármelo a mí mismo.







































